"-¿Qué dices, hija? No te entiendo nada, te oigo muy mal-gritó él de nuevo exasperado.
-Yo tampoco te oigo bien. Te llamo precisamente porque no puedo ir a Madrid como pensaba. Perdóname, pero es una cuestión de trabajo.¿Me entiendes?-respondí vocalizando lo mejor que pude.
Se produjo entonces una larga pausa que me hizo temer un corte de línea.
-No, no entiendo nada, hija mía. ¿Que no vienes? Pues no vengas. Haz lo que te dé la gana. De todas formas es lo que vas a hacer-gritó furioso.
-No te pongas así, por favor. Perdóname, te prometo que iré en cuanto pueda. Dime ¿Cómo estás tú?
-¿Qué te importa a ti cómo esté yo? ¿Qué te importa a ti todo? No te importa nada. Hala, adiós-Y sin más, colgó dejándome con la palabra en la boca. El abrupto clic que cerró nuestra conversación retumbó en mi oído como un descomunal portazo..."
No hay comentarios:
Publicar un comentario